Empatía, Caos y Café: lo Que Aprendí en una Hackathon Solidaria

Este marzo pasó algo especial. Me lancé por primera vez como coach-facilitadora en una Hackathon Solidaria organizada por Esade Alumni Social (España) junto al equipo de Big Bloom (Francia), y sinceramente, fue una de esas experiencias que te sacuden el corazón y te dejan mejor de lo que estabas.

Esta hackathon fue un espacio de innovación social con estructura clara y objetivos muy concretos: ayudar a MBOLO, una ONG pionera en Gambia, a amplificar el impacto de su trabajo transformador. MBOLO capacita a mujeres en situación de pobreza extrema (que afecta al 69.5% en áreas rurales) en áreas como instalación de paneles solares, tecnología, arte y más: ya han formado a más de 800 mujeres en más de 120 comunidades, con un 75% de inserción laboral.

El reto principal fue diseñar una estrategia de comunicación para ayudar a que estas mujeres puedan compartir sus historias de transformación con el mundo a través de herramientas digitales de storytelling. Fue una competencia entre cinco equipos internacionales, cada uno conformado por entre 10 y 12 personas, con perfiles súper diversos. Durante varios días pasamos por fases de empatía, ideación, prototipado y pitch final. Todo en inglés, todo en remoto, todo en tiempo récord.

He estado en proyectos intensos antes, pero esto… esto fue otra cosa. Imagina trabajar con un equipo global de personas que no se conocen entre sí (sí: distintos países, zonas horarias, culturas) y que tienen que resolver un reto social real en solo unos días. Sin calentamiento, sin intro suave. Solo: “Este es el desafío. A darle.”

¿Entonces… qué estábamos haciendo exactamente?

Estábamos apoyando a una ONG que ayuda a mujeres en África Occidental: Gambia y Senegal a transformar sus vidas a través de formación profesional de alta calidad. Estas mujeres están aprendiendo oficios, desarrollando habilidades y logrando independencia económica. Literalmente cambiando sus vidas.

Nuestro reto: ayudarlas a contar sus historias al mundo de forma digital, creativa y poderosa, para que el mundo no solo vea estadísticas o campañas de caridad, sino que vea fuerza, valentía y transformación.

No solo construimos herramientas: construimos puentes.

Todo el hackathon fue en inglés, que no era el idioma nativo de muchos. ¿Y sabes qué? Eso lo hizo aún más bonito. Escuchábamos con más atención, explicábamos con más claridad, y nos apoyábamos todo el tiempo. No había egos ni “yo sé más que tú”. Solo un grupo de personas con ganas de crear algo con sentido.

Y sí, fue intenso. Presión de tiempo. Zoom eterno. Cerebros fritos. Pero cada vez que alguien compartía una historia de una de las mujeres del proyecto, todo cambiaba. Ya no importaba el reloj. Lo que importaba era que el mundo conociera esas historias.

Se puso real, de verdad.

Escuchar directamente a las mujeres que pasaron por el programa fue… wow. Muy potente. No eran historias para “sentirse bien”. Eran historias de lucha, resiliencia y esperanza. De mujeres que lograron independencia, que empezaron sus negocios, que ahora sostienen a sus familias. Todo gracias a la educación y apoyo.

Y me di cuenta: no estábamos ahí para “salvar” a nadie. Ellas ya son las protagonistas de sus historias. Solo estábamos ayudándolas a subirle el volumen al micrófono para que el mundo las escuche.

Conocer a Malang, Fatoumatta, Mariama, Emmanuel y Saffiatou fue verdaderamente inspirador. Sus historias de transformación a través de la educación nos tocaron profundamente y nos recordaron el verdadero propósito de este hackathon. Fueron el motor emocional de toda esta aventura. Sin sus voces, nada de esto tendría sentido.

Esto fue lo que me llevé (además de ojeras y mucho café):

  • No necesitas hablar perfecto para conectar de verdad. Éramos distintos, con acentos, culturas, formas de pensar. Pero nos entendimos, porque todos estábamos ahí por lo mismo.
  • Colaborar es un caos… pero un caos mágico. Cuando todos traen sus ideas locas, notas desordenadas y ocurrencias inesperadas al mismo espacio, pasan cosas increíbles.
  • El propósito gana al perfeccionismo. Nuestra propuesta final no fue la ganadora, pero fue la más inspiradora en cuanto al pitch y storytelling que usamos. Y eso la hizo poderosa.
  • Empoderar a otros también te empodera a ti. Cuando ayudas a alguien más a brillar, algo dentro de ti también se enciende. No es caridad. Es conexión.
  • No hay que ir muy lejos para hacer una diferencia. A veces, con solo aparecer, escuchar, y poner tus habilidades al servicio con el corazón, ya estás generando impacto.

Así que sí… fue mucho más que un “proyecto”.

Fue un recordatorio de por qué hago lo que hago. De lo que realmente importa. De cómo la tecnología + empatía + personas con ganas de ayudar pueden lograr cosas increíbles:  y rápido.

El hackathon solidario ya terminó, pero esa chispa sigue prendida. Me quedo con nuevas conexiones, el corazón lleno, y un montón de inspiración. Y ya estoy postulando para participar en mi siguiente aventura de voluntariado, esta vez por más tiempo. Quiero hacer del voluntariado parte de mi vida continua.

Si estás dudando si meterte en algo así: hazlo. No tienes que ser genio tech ni experto en nada. Solo trae tus ganas, tus ideas raras, tu voluntad de aprender. Lo demás se acomoda solo.

Y si ya estás en este mundo de impacto + innovación… gracias. Hacen falta más personas como tú. Gracias Esade Alumni Social y gracias a todos mis colegas de todas las partes del mundo. Lo amé.

¿Necesitas una web en WordPress que combine diseño y funcionalidad?

¿Quieres maximizar el rendimiento de tus campañas en Google Ads?

¿Buscas mejorar tu posicionamiento en Google con estrategias de SEO efectivas?

También te puede gustar: